¿Estás harto de Zoom? Menos mal que no lo necesitas para salvar el planeta
Pilita Clark
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Pilita Clark
Cuando las noticias sobre la pandemia parecen especialmente sombrías, a veces pienso en Rod Ponton. Es el abogado de Texas que ingresó a una audiencia judicial en línea en febrero, sólo para descubrir que una configuración de Zoom en su computadora lo había convertido en un gato de aspecto profundamente confundido. Meses después, ese momento sigue siendo un destello de levedad en el mar gris de la vida virtual de Covid, donde millones aún deben trabajar, estudiar y socializar en Zoom, con todos sus problemas técnicos.
Por más sombría que pueda ser la vida en línea, los problemas que nos causa a la mayoría de nosotros son triviales. Cuando mi WiFi se apaga, como sucedió hace unos días cuando estaba a punto de hablar en una reunión en línea presidida por el editor de Financial Times, lo peor que sucede es una discusión brevemente retrasada y alguna humillación personal.
Hay mucho más en riesgo en otras reuniones, especialmente en las que se supone que están ayudando al mundo a comprender y prevenir el cambio climático. A mediados de abril, 280 expertos de más de 70 países se reunieron en línea para finalizar partes de un nuevo y gigantesco informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, su sigla en inglés), el organismo de la ONU de 33 años que produce las evaluaciones más completas de la ciencia climática cada seis o siete años.
Este es sólo el sexto informe de este tipo y, si sus predecesores son una guía, tendrá unas 3 mil páginas y pesará tanto como un niño de dos años. Como de costumbre, está siendo elaborado por cientos de científicos que ofrecen voluntariamente su tiempo para revisar miles de estudios.
Esta vez, sin embargo, en lugar de volar a algún lugar para discutir sus hallazgos en persona, el Covid ha obligado a que algunas de las reuniones de los autores más importantes se tengan que hacer en línea. Esto no ha ido del todo bien, según un informe realizado en la primera reunión virtual del año pasado que se asemeja a muchas de las historias sobre la vida laboral durante la pandemia.
La gente inició sesión en las sesiones equivocadas. No sabían usar Microsoft Teams. Su WiFi se cortó. No pudieron contribuir ni una palabra en las discusiones que otros dominaban. Vivían en zonas horarias que dificultaban ver algunas sesiones y tenían que atender las reuniones entre el cuidado infantil y sus trabajos diurnos.
Por el lado positivo, se evitaron 368 toneladas de emisiones de la aviación y nadie sufrió desfase horario. Sin embargo, una encuesta de retroalimentación encontró que casi el 30% de los encuestados sintió que no pudieron participar por completo -un número mucho más alto que en las reuniones en persona anteriores-, mientras que más participantes provenían de países más pobres. Fundamentalmente, la gente se perdió de lo que llamaron las charlas improvisadas “inspiradoras y constructivas” durante los descansos para tomar café y en los pasillos, donde “en realidad se ha logrado gran parte del importante progreso”.
Esta es la razón por la que existe tanta preocupación sobre otra reunión climática de la ONU aún más grande que se celebrará este año: la cumbre COP26, que es mucho más difícil de manejar y está programada para noviembre en Glasgow. Miles de personas normalmente asisten a estas conversaciones anuales, donde los negociadores de casi todos los países trabajan acuerdos enormemente complicados para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Ya se ha planeado una reunión preparatoria en línea de tres semanas para junio, pero la perspectiva de que toda la reunión de la COP26 sea virtual es una gran preocupación, especialmente para los países en desarrollo afectados por cortes de energía y banda ancha deficiente. “No hay duda de que la calidad de las negociaciones se verá afectada”, dice el Dr. Nurul Quadir, un negociador experimentado de Bangladesh. Su nación está en el grupo de negociación de “países menos desarrollados” con respecto a las conversaciones y no puede imaginar cómo se coordinarían en línea. “Normalmente, nos reunimos por la mañana, discutimos temas de la negociación de anoche y luego asistimos a diferentes reuniones. Al mediodía regresamos y discutimos lo que hemos aprendido y miramos qué estrategias podemos implementar”, me dijo hace unos días. “Sería muy difícil obtener resultados significativos a través de la negociación en línea”.
Después de haber estado en muchas conversaciones sobre el clima de la ONU, estoy segura de que tiene razón. Por otro lado, estas charlas son sobre el problema más apremiante de nuestra época y el Covid ya las ha retrasado un año. Como tantas otras cosas en este momento inquietante, seguramente se llevarán a cabo al menos en parte en línea y serán imperfectas, pero será un logro si suceden.